Harold Mayne-Nicholls: “Juegos ganadores”

Los balances continúan y, en esta ocasión, el director ejecutivo de Santiago 2023 plasmó sus reflexiones en una columna para El Mercurio, donde expresó sus emociones tras la experiencia de los Juegos, manifestando su deseo de que este sueño se reproduzca con la mayor frecuencia posible.

Amanecí soñando. Desde el infinito diversas voces susurraban “la gran fiesta de Santiago 2023 debe repetirse”. 

Me quedé largo rato meditando: ¿qué querrá decir?

Traté de ordenar las ideas mientras repasaba lo que fue la fiesta deportiva más grande de la historia de Chile. 

En primer lugar, fue perentorio plantearnos un objetivo para los Juegos. “Unirnos como país a través del deporte y así todas y todos sentirnos más orgullosos de ser chilenos”. 

El primer paso para lograrlo era contar con recintos de nivel superior para el desarrollo de las competencias (se construyeron 403 mil metros cuadrados). En ellos primó un sentido estético sin extravagancias, manteniendo la austeridad como principio básico. “Una puesta en escena que nos represente”, capté en el sueño.

Lo anterior ayuda a que las transmisiones televisivas sean atractivas (3.545 horas transmitidas en Chile). Si sumamos las grandes actuaciones de nuestros compatriotas (récords de medallas en ambos Juegos), aumentan las audiencias y se enciende un mayor número de televisores.

Pero es evidente que por muy montado que esté todo, los deportistas -los verdaderos dueños del espectáculo- solo pueden entregar lo mejor de sus talentos si cuentan con dos factores clave: descanso adecuado y correcta alimentación. El reposo se logra en espacios sin ruido, con buena distribución de las habitaciones y correcta aireación e iluminación. Para la nutrición es básico tener variedad, buena preparación y mucho líquido, lo que no es transable si se apunta al rendimiento esperado.

En la Villa se conjugaron ambos factores. Los casi siete mil deportistas que se alojaron durante los Juegos Panamericanos, más los casi dos mil de los Parapanamericanos, no dejaron de agradecer la tranquilidad del lugar.

Pero nada superó a los voluntarios. Gentiles, atentos, cooperadores, solidarios, empáticos, amables… me faltan adjetivos para agradecer la extraordinaria labor, noble y desinteresada, de más de doce mil personas. 

También alabanzas para el transporte (sobre tres millones de kilómetros recorridos en autos, buses y vans). Especialmente el Metro, que trasladó a los que desfilaron en la ceremonia del 20 de octubre, y así permitió que muchos descubrieran lo conveniente de utilizar este medio de locomoción, clave en la contribución de la sustentabilidad del proyecto. Además, evitó un caos vial durante los Juegos, pues agilizó el desplazamiento de los deportistas. 

Así se preparó el terreno para que la afluencia de público nos sorprendiera: sobre un millón seiscientos mil tickets emitidos no estaba en los cálculos. 

Cifras mayores a las esperadas y con una variable que parecía extinguida: es posible asistir a eventos masivos sin temer por la seguridad de su grupo familiar. 

En cada recinto desfilaban familias completas. Calma absoluta en cada desplazamiento. Nadie estresado, mucho menos temeroso.

Quienes vivieron el Mundial de 1962, los clásicos universitarios de los 60, el mundial de basket femenino 1955, los sudamericanos de atletismo, los hexagonales de esos años y otros eventos similares, parecían retroceder en el tiempo. Se volvía al Chile que añoramos y que no queremos perder.

Es la magia de un sueño que ojalá se repita con la mayor frecuencia posible. Que nunca olvidemos que -con una estructura adecuada- las capacidades para organizar y realizar lo que nos planteemos están, siempre y cuando lo hagamos buscando el beneficio de todas y todos. 

Es la gran lección que nos dejan unos Juegos que rozaron la perfección en la puesta en escena, tras los cuales esperamos mantener el espíritu que nos transmitió cada deportista en competencia: la sonrisa de los voluntarios y voluntarias y el cabal profesionalismo de las dos mil personas del staff que me correspondió liderar. 

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