Bajó el sol en la capital y ella empezó a iluminar con luz fría, blanca, pero nada de tenue. Llenó el espacio, la ciudad y, especialmente, el escenario ubicado a un costado de la Villa Parapanamericana.
Es la luna, siempre presente, noche tras noche. Pero hoy, con un fulgor especial. Ni ella quiso estar ausente de la hermosa jornada de cierre de la máxima cita del Para deporte continental.
Lunita lunera, redonda como un quesito, como decían las abuelas. Hoy, más que nunca, el cielo santiaguino la vio brillar en todo su esplendor para despedir a los Para deportistas de las Américas.
Santiago dio por terminado el megaevento deportivo más grande realizado en la historia del país, con el calor de la nación y el pálido amor que entrega el satélite más cercano a nuestro planeta.