“Hola a todos, mi nombre es Hernán Zambrano y tengo 58 años. Les contaré un poco sobre mí. Soy abogado del Registro Civil, ex árbitro de fútbol profesional, padre de tres hijos, fanático de los deportes y miembro del Rotary Club de La Reina, cuyo lema es: ‘dar de sí, sin pensar en sí y ayudar al mundo a crear esperanza en el mundo’.
Muchos participantes del Rotary hemos hecho carne esta frase. En mi caso, empecé como voluntario en el béisbol, el 18 de octubre, primer día de los Juegos Panamericanos. He estado viviendo los mejores días de mi vida. Lo he conversado con otros voluntarios y también me lo han transmitido.
En 2021, cuando ya llevábamos un año con restricciones y la pandemia se había desatado, me enfermé de Covid. Estuve grave, muy enfermo. Varias veces los médicos me preguntaron si tenía algún mensaje que entregarle a mi familia, ya que no veían posibilidades de mejora.
Pero ahí aparecen esas curiosidades de la vida. Cuando estaba en la residencia sanitaria en el centro de Santiago, hubo una manifestación y sentí el olor a bomba lacrimógena. Nunca una bomba lacrimógena había sido tan buena noticia, ya que sentir su aroma me hizo darme cuenta que me estaba recuperando.
Dos años después, me levanto muy temprano en la mañana para cumplir con mis nueve horas diarias de función estatal en las oficinas del Registro Civil. Cuando finalizo mis labores, me quito mi traje de abogado y me pongo mi polera celeste de voluntario. Mis compañeros a veces me miran raro y me preguntan ‘¿qué haces ahí’, y les explico que recojo botellas, ayudo con el flujo de público, etc. He contagiado a mucha gente del trabajo con ganas de venir a los Juegos.
Los voluntarios no sólo estamos sirviendo a la patria, sino que estamos sirviendo a la humanidad. El deporte, la expresión de tantas culturas, gente diversa de varios países y con distintas capacidades, son un servicio a la paz y a la humanidad. Los voluntarios a veces están ahí, parados, pero siempre están dispuestos a hacer lo que se les pida.
Es difícil escoger un sólo momento favorito. La inauguración de los Juegos Panamericanos fue muy potente y bonita. Nos permitió constatar la calidad de los recintos deportivos, la felicidad de la gente, la llegada de las familias, la tecnología y el grato ambiente, pero creo que no he sentido ninguna emoción tan fuerte como las que estoy viviendo acá, en el Mario Recordón. Esta gente es tan resiliente.
Ya me pasó al finalizar los Juegos Panamericanos, que me sentía triste y con una especie de síndrome de abstinencia, pero encontré una nueva motivación: estoy inscrito como voluntario para los Juegos Bolivarianos de Ayacucho, Perú, del próximo año. Además, he estado revisando el Tour de France y me metí al programa de voluntarios de la FIFA”.
Escrito por: Carlos Ramírez Salazar.