Es simpático, tiene un paso tranquilo y habla como si tuviera siglos de experiencia. Ya lleva unos días trabajando en Santiago 2023 en la cabina de Bornan, empresa que ha desarrollado toda la tecnología pertinente para las distintas disciplinas de los Juegos. Ronald Stahl, estadounidense de 57 años y que actualmente reside en Fort Worth, Texas, un ángel bueno, para unos, y negro, para otros.
Stahl es el árbitro que revisa los challenges, es decir, solicitudes tanto de los equipos -dos chances por set- o el propio juez central, que se refieren a jugadas dudosas. Para eso tiene a disposición cámaras en súper slow motion, las que son capaces de detectar pequeños movimientos en los dedos y ayudan a discernir a quién le corresponde el punto. No es nada fácil, pues aquel dictamen puede significar mucho en las aspiraciones de una delegación en un torneo como los Panamericanos. Si bien estuvo 21 años arbitrando en cancha, ya lleva tres en este rol.
Sobre su experiencia trabajando en este aspecto en los Juegos, comenta: “Me siento muy bien, trabajo para la Federación Internacional de Vóleibol (FIVB), regresé de Río haciendo la clasificación olímpica, tengo mucha experiencia y es genial que utilicemos esa tecnología aquí, espero que continúe”. Lo último lo comenta porque se quedará también la próxima semana, cuando comience el vóleibol masculino.
Estas cámaras son las "mejores amigas" de Ronald, ya que le proporcionan toda la información necesaria para tomar una decisión correcta (Foto: Santiago 2023).
Sabe que su rol no es sencillo y reconoce que “siempre es tenso, pero con el tiempo que pasamos viendo los videos, podemos tomar la decisión correcta. A veces en vivo es demasiado rápido y estamos aquí para corregirlo. Eso es lo único que lo hace justo para todos los equipos”.
La pregunta cae de cajón: ¿Qué le gusta más, la cancha o la televisión? Primero, sonríe, piensa un rato y dice: “Me gustan ambos, pero me falta arbitrar -revisando challenges- a nivel internacional. Sigo trabajando en los Estados Unidos, pero no internacionalmente”.
Aunque alguien pueda dudarlo, Stahl tiene empatía por los jugadores y jugadoras. “Jugué vóleibol durante mucho tiempo en la universidad. Tuvimos un tour profesional en los ochenta y a inicios de los noventa, lo hice muchos años, pero ya no juego, estoy demasiado viejo”, menciona, mientras ríe.
Por último, ya proyecta la semana entrante en el vóleibol masculino, pues de vez en cuando aparecen casos complejos. Por ejemplo, contó que durante estos días le tocó discernir si un balón había tocado en el cabello de una jugadora: “Estamos trabajando para que la tecnología sea siempre mejor. Será difícil, los hombres golpean el balón más rápido, habrá más toques pequeños y más llamadas cercanas”, cierra.
Escrito por: Vicente Vásquez Feres.
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