Diez de la mañana. Iba rodeando el Centro Acuático para instalarme y empezar a trabajar, todavía con el recuerdo vívido de la tremenda ceremonia de inauguración que vivimos la noche del 20 de octubre.
Miré al suelo y las ví. El oasis en medio del camino para cualquiera. Eran siete ‘luquitas’ en efectivo, que a nadie vienen mal. Pero el civismo y la camaradería hicieron su parte, así que me acerqué a la caseta de seguridad más cercana, con guardias y Carabineros, para entregar el cuantioso botín.
No muchos metros más alcancé a caminar y escuché, por suerte y azar, un rotundo “¡se me cayó toda mi platita!”. Otra vez la buena voluntad fue más fuerte, así que me acerqué al joven y le comenté donde estaba su dinero.
Los encargados de la seguridad del recinto lo recibieron y le devolvieron su tesoro económico. Las siete ‘luquitas’ están nuevamente en el bolsillo correcto. Para mí, no son billetes perdidos, son billetes recuperados.
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