La última vez que vine los mástiles estaban vacíos y no había tanta gente. Tampoco estaban instalados los stand de productos ni dispuesta una comisaría al centro de la Villa.
¡Sorpresa! Tremendo cambio a nada de que sea la ceremonia de inauguración, en el coliseo del Parque Estadio Nacional, donde podré conocer a más amigos.
Los rayitos de sol se estaban yendo y mucha brisa corría en la Zona Internacional de la Villa. De a poco colores, muchos colores de los uniformes que usan los atletas. El de El Salvador es hermoso, me encantan sus cuadraditos azules y blancos, y el de Venezuela con las estrellas, el amarillo, el azul y el rojo en las espaldas
Sé que vivo ahí, en esos pigmentos. Estoy en la sonrisa de cada deportista. Mis plumas se erizaron cuando las banderas estaban arriba, las de las 41 naciones que participan en Santiago 2023.
¡No! No lo podía creer. ¡Los “Halcones”! Apareció la FACh con sus aviones surcando el firmamento, con sus alas extendidas en el cielo limpio de Cerrillos, dejando una estela con los colores de Chile protegiendo la Villa.
Conocí después a Joaquín, un niño que escribió una de las tantas cartas a los deportistas. Me dijo que no pensaba que era tan colorido, pero ¡obvio! Tengo siete colores. Nos tomamos una selfie y se fue al escenario a dar unas palabras. ¡Inspirador!
El cielo se ponía violeta. Las estrellas aparecían de a poquito. La presentación del Bafochi me llenó de orgullo. Bailé diablada, danza Rapa Nui y cueca. No daba más y me escondí en las praderas de la Villa.
Al despertar volaría a ver el primer partido de béisbol de los Juegos, Chile versus México.
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